Dos factores relevantes, la globalización y su agresiva apertura de mercados así como una demanda laboral más especializada y sin fronteras, son parte de los grandes responsables de una realidad avasalladora, hoy el desarrollarse personal y profesionalmente fuera del país natal dejó de ser una ventaja competitiva convirtiéndose en un paso obligado o un cimiento de base para la empleabilidad.
Los motivos por los cuales un profesional emigra pueden ser diversos, siendo el más común los estudios de post grado por periodos breves, normalmente inferiores a dos años. Sin embargo, cuando se empieza a ejercer la profesión fuera de las fronteras (sea por una asignación de una empresa transnacional o un proyecto personal de internacionalización) el panorama cambia abruptamente, dejamos de ser un estudiante con perfil de turista intelectual (visa de estudios) y pasamos a convertirnos en expatriados (ciudadano residente).
El ser un expatriado trae consigo una serie de responsabilidades que trascienden al ámbito laboral y académico, incluso van más allá de lo referido al desarrollo de competencias relacionadas a la habilidad para adaptarse a nuevos contextos culturales, la capacidad de dirigir o integrarse a equipos de diferentes culturas, ser un gestor de la diversidad, dominar de dos a tres idiomas, poseer un buen sentido del riesgo y aventura así como capacidad para manejar el estrés y la frustración entre las más importantes.
Muchos y monumentales errores personales se pueden cometer al radicarnos en un país, mayoritariamente de adaptación o de inteligente sensibilización con la cultura local. Estos tropiezos se puede observar con claridad en los procesos de repatriación o de retorno, en donde los rostros de los repatriados se ven cargados con el tufillo de haberla pasado mal en el exterior o de dar gracias a Dios por estar de regreso en casa.
Por ejemplo, un tema es la nostalgia experimentada por el joven expatriado hacia su madre ausente un segundo domingo de Mayo (no aplica para argentinos cuyo Día de la Madre se celebra otro mes), y otra la queja continua y desgastante por lo insípida de la comida local o el lapidario frío del invierno.
No podemos confundir aquel difícil pero hermoso sentimiento de lejanía y soledad (gracias a los cuales nacerían emblemáticos tangos y milongas), con la inmadurez del que solo percibe y magnifica las debilidades de su nuevo país adoptivo, con el triste resultado de una lenta aclimatación. Incluso el juego de palabras que utilicé, “país adoptivo” sonará chocante ante el internacional que está fracasando en sus intentos de integración cultural, pues ellas implican tácitamente un lazo afectivo con su nueva nación.
Me atrevo entonces y sin miedo, pues el tema es bastante controvertido, a dar una batería de sugerencias a los futuros expatriados y porque no, a actuales expatriados que aún se incomodan por los kilómetros de distancia que los separan de casa.
La decena de sugerencias se limitan al profesional que radica o radicará en el exterior por más de dos años y que aún no tiene hijos, pues de existir aquellos entran en juego nuevas variables que adicionan dificultad a la ya difícil decisión de dejar el hogar. La adaptación durante la niñez y adolescencia escapa al terreno de nuestro tema y blog, el liderazgo personal.
Decálogo del expatriado. Los dolores de la expatriación. Parte 2. (Publicación lunes 10 de marzo).
Los motivos por los cuales un profesional emigra pueden ser diversos, siendo el más común los estudios de post grado por periodos breves, normalmente inferiores a dos años. Sin embargo, cuando se empieza a ejercer la profesión fuera de las fronteras (sea por una asignación de una empresa transnacional o un proyecto personal de internacionalización) el panorama cambia abruptamente, dejamos de ser un estudiante con perfil de turista intelectual (visa de estudios) y pasamos a convertirnos en expatriados (ciudadano residente).
El ser un expatriado trae consigo una serie de responsabilidades que trascienden al ámbito laboral y académico, incluso van más allá de lo referido al desarrollo de competencias relacionadas a la habilidad para adaptarse a nuevos contextos culturales, la capacidad de dirigir o integrarse a equipos de diferentes culturas, ser un gestor de la diversidad, dominar de dos a tres idiomas, poseer un buen sentido del riesgo y aventura así como capacidad para manejar el estrés y la frustración entre las más importantes.
Muchos y monumentales errores personales se pueden cometer al radicarnos en un país, mayoritariamente de adaptación o de inteligente sensibilización con la cultura local. Estos tropiezos se puede observar con claridad en los procesos de repatriación o de retorno, en donde los rostros de los repatriados se ven cargados con el tufillo de haberla pasado mal en el exterior o de dar gracias a Dios por estar de regreso en casa.
Por ejemplo, un tema es la nostalgia experimentada por el joven expatriado hacia su madre ausente un segundo domingo de Mayo (no aplica para argentinos cuyo Día de la Madre se celebra otro mes), y otra la queja continua y desgastante por lo insípida de la comida local o el lapidario frío del invierno.
No podemos confundir aquel difícil pero hermoso sentimiento de lejanía y soledad (gracias a los cuales nacerían emblemáticos tangos y milongas), con la inmadurez del que solo percibe y magnifica las debilidades de su nuevo país adoptivo, con el triste resultado de una lenta aclimatación. Incluso el juego de palabras que utilicé, “país adoptivo” sonará chocante ante el internacional que está fracasando en sus intentos de integración cultural, pues ellas implican tácitamente un lazo afectivo con su nueva nación.
Me atrevo entonces y sin miedo, pues el tema es bastante controvertido, a dar una batería de sugerencias a los futuros expatriados y porque no, a actuales expatriados que aún se incomodan por los kilómetros de distancia que los separan de casa.
La decena de sugerencias se limitan al profesional que radica o radicará en el exterior por más de dos años y que aún no tiene hijos, pues de existir aquellos entran en juego nuevas variables que adicionan dificultad a la ya difícil decisión de dejar el hogar. La adaptación durante la niñez y adolescencia escapa al terreno de nuestro tema y blog, el liderazgo personal.
Decálogo del expatriado. Los dolores de la expatriación. Parte 2. (Publicación lunes 10 de marzo).
1 comentario:
Vivir unos años fuera es algo muy importante para la formación profesional de cualquier individuo, en mi caso viví un año en España y dos en Chile, creo que ya cumplí un ciclo de tres años muy buenos que me sirvieron para aprender mucho más, ver las cosas desde otra perspectiva y para hacer muy buenos amigos.
Ahora como consejo cuando busquen ciudades para salir como expatriados siempre fíjense que la ciudad cumpla con estas tres cosas:
1.-Alternativas de diversión para los ratos de ocio.
2.-Buena oferta culinaria.
3.-Clima adecuado.
Esta claro que Santiago no cumple con ninguna de las tres y es por eso que adelante el regreso a mi país, de hecho que si hubiese tenido la suerte de estar en ciudades como Buenos Aires, Sao Paulo, Bogota o Miami hubiese durado unos años más, pero al final todos vuelven tarde o temprano al país que los vio nacer.
THE ROCK
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