Cimientos para armar un Proyecto de Vida. Parte II


Partamos sobre una base. Construir un plan o proyecto de vida no se contrapone con la destreza de vivir el momento o la facilidad para disfrutar el aquí y ahora. Menos aún se contradice con la flexibilidad y espontaneidad que le dan ese necesario ingrediente de incertidumbre al instante presente.

Al igual que en todos los ámbitos de la vida, la administración de uno mismo tiene un cimiento o hábito que es necesario ejercitar primero pues es el sostén de toda persona que goza de “buena salud psicológica”, me refiero al desarrollo de la introspección (ejercicio periódico de mirarse dentro de uno mismo) y la reflexión, las cuales nos permiten obtener conocimiento estratégico sobre nosotros mismos, y por ende la identificación de nuestras debilidades y fortalezas.

Una vez superada la etapa de la adolescencia (época compleja de búsqueda de la identidad) y hecha la elección vocacional, nos encontramos en condiciones de armar el proyecto de futuro que responde a las preguntas:

¿Qué es lo que quiero hacer con mi vida? (Misión, visión, valores y objetivos)
¿A qué causa o a quienes se la dedico?
¿Cuál será el fin último que marcará mi autorrealización?
(¿Trabajo?, ¿Descendencia?, ¿Dios?, ¿Comunidad?)

En el transcurso de la vida los contextos irán modificándose favorable o negativamente gracias o por culpa del destino por lo cual el plan de vida no puede ser rígido, debe gozar de suficiente flexibilidad como para ir adecuándolo cada 5 o 10 años. Sin embargo éste proyecto general necesita de un cuerpo común, una estructura invariable la cual se obtendría a grandes rasgos, realizando un análisis de nuestro mundo interno en los siguientes tres aspectos:

a) Fortalezas y debilidades en el ámbito personal, laboral, académico, etc. Esto implica la madurez en reconocerlas y por ende el desarrollo de la valoración por uno mismo.
b) Relaciones personales y los comportamientos derivados de ellas,
c) Estados de ánimo y aspectos externos que creemos los producen.

Lo ideal es realizar el ejercicio de sumergirse en este viaje interior cada vez que cerremos o iniciemos un periodo importante de nuestras vidas, me refiero a aquellas experiencias que marcan un antes y un después como el ingreso a la universidad, cambios de trabajo, matrimonio, llegada del primer hijo, cambio de país, divorcio, muerte de un familiar cercano, etc.

Se recomienda realizar dicho ejercicio sin compañía, fuera de los lugares que uno frecuenta (ejemplo, ir a la playa, el campo, la cordillera, el lago etc), por un periodo de entre uno y tres días. Es un excelente hábito que fomenta la sensación de bienestar característica de una salud emocional estable.

La mejor manera de ejemplificar la construcción de un plan de vida es plantearlo a través de un caso concreto. Este corresponderá a Rolando Medina en tres fases distintas de su vida, lo que permitirá mostrarles no solo el nivel de profundidad que debe tener la introspección sino la flexibilidad que se debe adicionar con el paso de los años y las vivencias intensas.

El plan original de Rolando se irá adaptando a cuatro etapas muy marcadas, correspondientes al ingreso a la universidad (22 años), primer trabajo (25 años), elección de la pareja (28 años), pérdida laboral (33años).

Ir a parte III. “El mejor estratega de su destino, el Rolo Medina” (disponible a mediados de Abril 2008.)

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