La competitividad como motor de la voluntad. ¿Vencer o morir?


Existen diversas y no pocas razones por las cuales uno se motiva, entendiendo por motivación aquel estado de fortaleza interior que nos lleva a realizar conductas o tareas para conseguir un fin u objetivo personal.

A pesar del amplio abanico de planes y metas que nos retan a diario como seres humanos provistos de voluntad, existe una situación muy particular e inherente a los hombres que se desarrollan en la sociedad actual y que por lo mismo es común para toda nuestra especie. Este aspecto no es más que la competitividad.

Competimos y negociamos a diario por nuestros intereses en todos los roles que cubre este blog. En el ámbito académico por ingresar a la mejor universidad u obtener una beca, en lo laboral por un ascenso o traslado, en el plano social por protagonismo o la conquista de una futura pareja, y claro, mayor aún en el aspecto financiero e incluso en lo deportivo.

Si competir es parte de nuestra vida, entonces, nuestro mayor motivador por simple lógica, ¿no debería ser ganar?

¡Eso es!, la sensación del triunfo es la que mueve al mundo, la ambición no es mala ni peligrosa, ¡es un motor válido de igual fuerza que el del emprendimiento y el riesgo calculado!

La competencia basada en la ética, la caballerosidad y en los valores relacionados a buscar el bien común es sana y necesaria en todos los ámbitos de la vida, incluso es el elemento básico desde un punto de vista sociológico para el desarrollo económico de las naciones.

Luchar por nuestros proyectos nos llena de vida, rivalizar por amor enaltece, combatir con pasión permite el descubrimiento de líderes. El reto y el desafío que supone la superación de nuestros límites internos amplia el conocimiento sobre uno mismo. Las inocuas rivalidades alimentan los deseos de éxito y alejan los fantasmas de la derrota, nos hace fuertes, nos acerca a la esencia combativa de nuestra especie.

No olvides esto cuando estés paralizado por la tristeza o la nostalgia, pues si la competitividad es vida no debemos perder tiempo y hay que actuar buscando la euforia que nos regala el éxito. La sed por resultados positivos nos guiará como un faro en la tormenta, la adrenalina que produce la contienda nos volverá dependientes a ella.

Entrégate al máximo por tu familia, pelea a muerte por el lugar que consideras debes ocupar en tu carrera profesional, madruga hasta el desmayo por el título académico que ansías, levanta y arenga a tus amigos con la contundencia del carisma y la razón, enfrenta con pasión el reto de conquistar o retener la mujer que amas, pues al igual que los gallos de pelea, es nuestra naturaleza y nos criaron para ello.

Recuerda, no existe nada más placentero que gritar al océano los triunfos, hacer aflorar las venas del cuello vociferando y empuñando al viento celebrando nuestras victorias.

¡Lanza pues tu caballería al ataque sobre el rival de ajedrez que consideres superior!, ¡golpea tu mejor derecha por amor propio cuando el tenista que tienes al frente te esté atropellando!, ¡ve por tus sueños como si fuera tu último día!,
¡defiende tus ideales como si la historia te estuviese juzgando!

Es mucho más cierto el dicho “el que golpea primero golpea dos veces” que “lo importante es competir”
Si coincides en ello, ¿pues que esperas por buscar tu propio liderazgo personal?, ¿que esperas por arañar la tentación que nos produce...?, ¡nuestra ansiada libertad!

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